miércoles, 15 de abril de 2009

Historia de KOT - Antú y Solsiré

Solsiré disfrutaba intensamente el clima cálido. Un día, cuando el sol se encontraba en el punto más alto del cielo, decidió bajar al Río Cristalino a refrescarse. Después de tomar abundante agua, seguía sintiendo calor y por esto decidió darse un chapuzón, tal como lo hacía su amigo Raz, el caballo.

Estaba totalmente distraída y no advirtió que por su lado pasó nadando un veloz animal. Cuando venía de regreso lo vio. Era grande y tenía un pelaje de color castaño oscuro. La cola llamó la atención de Solsiré más que cualquier otra característica porque era plana y le servía de timón. Llevaba en su boca algunas ramas y parecía muy ocupado. Desapareció bajo el agua por algunos minutos y luego se volvió a asomar varios metros más allá. “Voy a esperar que pase otra vez y le preguntaré qué está haciendo”, pensó la golondrina.

Ya era hora de salir del agua. Observó que en la orilla había gran cantidad de ramas, de diferentes
tamaños. “¡Ah!”, exclamó en voz alta, “De aquí las saca”. Solsiré trató de tomar una con su pico. Era
un poco pesada y la dejó nuevamente en el suelo. Buscó a su alrededor algo más fácil de recoger.

“¡Flores!”, dijo encantada. Se acercó a la base de un árbol donde crecían numerosas flores pequeñas.
Escogió una, luego otra, hasta formar un hermoso ramito.

Era un regalo perfecto para su mamá. Ahora había que descubrir cómo llevarlo hasta el nido. “Si lo tomo con el pico, el ramo me tapa los ojos”, concluyó después de hacer la prueba. “No puedo volar si no veo”.
Quizás la mejor alternativa era cargarlo sobre la espalda. No, tampoco era la solución. “Se va a caer cuando me eleve”. ¿Qué podía hacer entonces? Solsiré daba vueltas y vueltas sin que se le viniera a la mente otra idea. Estaba tan concentrada que no se fijó que ya no estaba sola.
-Es mejor que siga recolectando palitos porque si te sigo con la vista me voy a marear y si me mareo no podré nadar de nuevo al medio del río donde me esperan y si no llego mis amigos se van a preocupar y...-Solsiré escuchó tantas palabras juntas que se detuvo para ver qué animal era tan parlanchín. Por supuesto que era el que ella esperaba.

-Lo peor de todo es que nos vamos a atrasar y no terminaremos el dique a tiempo y en cualquier
momento vendrán corrientes que se llevarán nuestra casa y... ¡Kot, no seas negativo!- se dijo a sí mismo- Lo lograremos...
- ¿Siempre hablas tanto?- Solsiré estaba sorprendida.
- Sí- ahora trató de ser breve.
- ¿Y siempre andas tan apurado?--
Sí, ¡es que hay tanto que hacer! Nosotros, los castores, no nos podemos detener ni un minuto,
sobretodo cuando estamos construyendo porque...- empezó de nuevo.
- ¿Construyendo qué?- interrumpió la golondrina.
- Un dique- tomó aire y explicó- Es una barrera que hacemos con ramas y lodo que sujeta las aguas del río para que no se lleven nuestra casa.
-Es increíble- dijo Solsiré con admiración- Yo pensé que no era posible vivir ahí, a menos que uno fuera un pez.
-Con ingenio uno puede hacer cualquier cosa. ¡ Hasta volar!- exclamó Kot.
-Pero si eso es muy fácil...

Claro, a ti, que eres una golondrina te resulta muy fácil- murmuró el castor mientras se agachaba para tomar las ramas que había reunido- Pero es un tema para otro día cuando vengas y conversemos con tranquilidad porque ahora eso no es posible ya que debo continuar con mi tarea y no puedo hablar cuando tengo algo en la boca porqufm mmmgfs mmmht mmmrñññmf... se alejó rápidamente, sin que se entendiera ni una sola palabra de lo que decía. Solsiré quedó riéndose del castor inquieto un buen rato y luego regresó a sus pensamientos. “Con ingenio debo ser capaz de encontrar una solución para llevar este ramo de flores a mi mamá.” Fue entonces cuando sintió un ruido, levantó la vista y vio pasar a una niña que alegremente exploraba el bosque con un extraño bulto atado a su espalda.

Esta escena le dio una gran idea a Solsiré. Juntó suficiente pajita seca e hizo lo que un humano habría considerado un canasto diminuto. Aquí adentro depositó el ramo. Luego lo amarró a su cintura con unos juncos y partió volando en dirección a su casa. Cuando estaba cerca, se preparó para descender con mucha suavidad. Las flores estaban a salvo y, con mucho orgullo, se las entregó a su madre que la abrazó con amor.

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