miércoles, 15 de abril de 2009

Historia de COTÍ - Antú y Solsiré

Era una tarde calurosa, pero Antú sintió un poco de frío.
Abrió los ojos y miró a su alrededor extrañada.

¿Qué estaba haciendo en ese lugar? Trató de recordar… Ella había decidido buscar flores o piedras preciosas para usar como adornos en la Fiesta de la Cosecha. Creyó que las podría encontrar más allá del Río Cristalino. ¡Y no siguió los consejos de Arimatu!

Ahora Antú sentía vergüenza por esto.
Rápidamente pasaron por su mente los hechos más recientes: la sombra, el águila, la amenaza y el refugio. “Estaba pensando en la historia de Rikki Tikki Tavi… entonces me quedé dormida”, dijo en voz alta. “…da… da… da…”, se escuchó en la cueva. “Estoy completamente sola”. “…la… la… la…”. “¡Y no me ayuda para nada este eco!”. “…co… co… co…”.

Antú sabía que tenía que hacer algo pronto.
Se asomó por la abertura y respiró aliviada. No habían señales del ave de rapiña. Salió tranquilamente y empezó a avanzar con las montañas a sus espaldas. Estaba perdida.

Pero, si lograba llegar al Río Cristalino, podría recuperar fácilmente la ruta correcta.

Mientras caminaba empezó a soplar un fuerte viento que entorpecía su marcha.
Era cada vez más difícil dar un paso adelante. Con insistencia las ráfagas venían en su contra.
¡No se quería rendir!
El cielo soplaba y soplaba. Todos los intentos de Antú resultaron inútiles. Sentía una gran frustración y sus ojos se llenaron de lágrimas.
Fue en ese instante que recordó una frase que Arimatu solía repetir:

“la fuerza no vence a la fuerza; busca la calma y te harás fuerte”.

Antú se dejó caer lentamente hasta el suelo y allí se sentó a esperar.
Entre los constantes silbidos captó algo diferente.
¡El fuerte viento traía hasta sus oídos unas melodías familiares! Se paró de inmediato y, siguiendo con atención los hermosos cantos, logró llegar hasta el Río Cristalino.

Aquí sus amigas ensayaban la música y el baile para la Fiesta de la Cosecha.
Antú estaba más contenta que nunca al verlas y de inmediato les contó lo que le había pasado.
Esa noche, antes que empezara la celebración, Antú buscó a Arimatu. Como siempre, la Sabia del pueblo le puso mucha atención.

-Fui egoísta y desobediente- dijo la niña cuando finalizó el relato-Estaba tan preocupada por conseguir los mejor adornos para mí…
-…Que olvidaste que tus padres te han pedido que no vayas más allá del Río Cristalino- agregó Arimatu.

Antú se quedó en silencio un momento.
Miró el rostro arrugado lleno de dulzura. “Pero aprendiste algo muy importante”, le señaló
la Sabia, “Ya sabes que hasta lo adverso te puede favorecer”.

Era verdad… el fuerte viento que le causó tanto problema, después le brindó gran ayuda. “Es como le ocurrió a Cotí”, sugirió Arimatu. Era una buena idea narrar esta historia.


Antú llamó a sus amigas Inka y Adkalen porque sabía que les iba a gustar.
 
" Cotí era una joven alma aventurera que era capaz de nadar y zambullirse entre las olas con gran agilidad al igual que un delfín.
Por el contrario, cuando se trataba de avanzar por tierra, era increíblemente torpe y lenta. Pero esto no debe extrañar porque lo mismo ocurre con todas las focas.

Lo que distinguía a Cotí de las demás era su piel completamente blanca. A menudo las otras focas adolescentes o foquines le preguntaban por qué era tan raro. A Cotí le incomodaba esto. Sin embargo, fue lo que le salvó la vida y le permitió ayudar a todo su pueblo.
 
Un día que se encontraba en la playa jugando con sus compañeros, llegaron dos hombres que miraron el espectáculo con ojos ambiciosos. Se sentían dueños de las focas y empezaron a apurarlas tierra adentro con gritos y amenazas.
De pronto, uno de ellos exclamó "¡ Hay una que es blanca!" "Dejémosla, debe ser un alma en pena", advirtió el otro.
Aunque Cotí estaba a salvo, no se quedó tranquilo. Decidió seguir al grupo hasta averiguar qué iba a suceder.
Es así como se enteró que estos cazadores mataban foquines para quitarles la piel.

La única solución era encontrar un lugar que los hombres no conocieran para vivir sin temor. Cotí no desperdició ni un solo segundo y buscó ayuda.
El elefante marino, flojo y egoísta, le sugirió que recurriera al manatí y regresó a sus quehaceres.
Solitario, Cotí emprendió un largo viaje por el océano Pacífico para encontrar el animal que lo guiara hasta un refugio seguro.

Cuando pensó que ya no había esperanza, vio al manatí o vaca marina. Como éste no hablaba palabra, tuvo que seguirlo confiando en su instinto. Gracias a ello, después de atravesar un largo túnel submarino, salieron a la superficie y Cotí descubrió una hermosa playa rodeada por altas rocas protectoras. Su olfato le avisó que hasta ese lugar jamás había llegado un hombre.

Regresó lo más rápido que pudo donde su pueblo y les comunicó las buenas noticias. Algunas focas
lo miraron con desconfianza y Cotí les dijo que esta alternativa beneficiaba a todos por igual. "¡Sigamos a la foca blanca!", exclamó un entusiasta luego de oírlo. Una a una se convencieron y, de esta manera, lograron construir una nueva vida en paz."

No hay comentarios:

Publicar un comentario