¿Qué estaba haciendo en ese lugar? Trató de recordar… Ella había decidido buscar flores o piedras preciosas para usar como adornos en
Pero, si lograba llegar al Río Cristalino, podría recuperar fácilmente la ruta correcta.
“la fuerza no vence a la fuerza; busca la calma y te harás fuerte”.
Antú se quedó en silencio un momento.
Miró el rostro arrugado lleno de dulzura. “Pero aprendiste algo muy importante”, le señaló
Era verdad… el fuerte viento que le causó tanto problema, después le brindó gran ayuda. “Es como le ocurrió a Cotí”, sugirió Arimatu. Era una buena idea narrar esta historia.
Antú llamó a sus amigas Inka y Adkalen porque sabía que les iba a gustar.
" Cotí era una joven alma aventurera que era capaz de nadar y zambullirse entre las olas con gran agilidad al igual que un delfín.
Por el contrario, cuando se trataba de avanzar por tierra, era increíblemente torpe y lenta. Pero esto no debe extrañar porque lo mismo ocurre con todas las focas.
Lo que distinguía a Cotí de las demás era su piel completamente blanca. A menudo las otras focas adolescentes o foquines le preguntaban por qué era tan raro. A Cotí le incomodaba esto. Sin embargo, fue lo que le salvó la vida y le permitió ayudar a todo su pueblo.
Un día que se encontraba en la playa jugando con sus compañeros, llegaron dos hombres que miraron el espectáculo con ojos ambiciosos. Se sentían dueños de las focas y empezaron a apurarlas tierra adentro con gritos y amenazas.
De pronto, uno de ellos exclamó "¡ Hay una que es blanca!" "Dejémosla, debe ser un alma en pena", advirtió el otro.
Aunque Cotí estaba a salvo, no se quedó tranquilo. Decidió seguir al grupo hasta averiguar qué iba a suceder.
Es así como se enteró que estos cazadores mataban foquines para quitarles la piel.
La única solución era encontrar un lugar que los hombres no conocieran para vivir sin temor. Cotí no desperdició ni un solo segundo y buscó ayuda.
El elefante marino, flojo y egoísta, le sugirió que recurriera al manatí y regresó a sus quehaceres.
Solitario, Cotí emprendió un largo viaje por el océano Pacífico para encontrar el animal que lo guiara hasta un refugio seguro.
Cuando pensó que ya no había esperanza, vio al manatí o vaca marina. Como éste no hablaba palabra, tuvo que seguirlo confiando en su instinto. Gracias a ello, después de atravesar un largo túnel submarino, salieron a la superficie y Cotí descubrió una hermosa playa rodeada por altas rocas protectoras. Su olfato le avisó que hasta ese lugar jamás había llegado un hombre.
Regresó lo más rápido que pudo donde su pueblo y les comunicó las buenas noticias. Algunas focas
lo miraron con desconfianza y Cotí les dijo que esta alternativa beneficiaba a todos por igual. "¡Sigamos a la foca blanca!", exclamó un entusiasta luego de oírlo. Una a una se convencieron y, de esta manera, lograron construir una nueva vida en paz."
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