jueves, 16 de abril de 2009

Historia de AZURINA - Antú y Solsiré

Una tarde de noviembre empezó a soplar un fuerte viento. Solsiré y sus hermanos ya estaban en el refugio cuando regresaron sus padres un poco más temprano que lo habitual. “ No se asusten”, les dijeron, “ Es el puelche. Es común que nos visite en esta época”.

- ¿Cómo lo saben?- preguntó Solsiré que estaba preocupada.
- Porque ya conocemos las características de este lugar- contestó Ayeka.
- Este bosque es muy seguro- explicó Kaze- Pero además es muy hermoso.
-Por estas razones nuestra bandada lo escogió- dijo ella- Eso fue hace mucho tiempo y ahora es una costumbre venir hasta acá.
- ¿Quieres decir que volveremos al Río Cristalino?--
Todos los años, en el verano- fue la respuesta de Ayeka con una gran sonrisa.
- Y… si tenemos suerte, ¡encontraremos los restos de nuestro refugio!- exclamó Kaze.
- Sí, eso sería maravilloso- intervino la mamá- Este nido fue hecho con tanto esfuerzo…

Sus hijos ya habían olvidado sus temores y estaban llenos de curiosidad por saber más. Papá y mamá comprendieron esta inquietud… alguna vez ellos fueron pichones también. Sabían cuánto importaban los detalles.

- Cuando llegamos, nos unimos en parejas...- Kaze miró tiernamente a su esposa- ...para hacer los nidos.
Generalmente nos instalamos cerca del pueblo porque es más fácil encontrar materiales de construcción si estamos cerca de los humanos.

- A ellos les encanta cuando llegamos, porque saben que vendrá el buen tiempo- comentó Ayeka.

- Una vez que tenemos una cantidad suficiente de ramas y hojas, debemos usar nuestra saliva para pegar todo- siguió él.
-¡Y luego llegamos nosotros!- exclamó Solsiré.
- Sí, pero antes trabajamos en un último detalle- Ayeka miró hacia el fondo del nido- Colocamos plumas para que sea más blando y acogedor.
Algún día ustedes tendrán que hacer lo mismo para esperar a sus pichones.. 

“¿Qué?” Solsiré y sus hermanos se alborotaron y hablaban al mismo tiempo. Esto significaba que ellos también iban a tener una familia algún día. “Sí, ustedes serán padres; luego sus hijos y los hijos de sus hijos también”, dijo Kaze que comprendía su inquietud. “Si escuchan la siguiente historia, comprenderán que así es como se forma una gran familia”, Ayeka se había acomodado en un rincón:

“En las aguas tropicales que hay más al norte vivía una graciosa ballena.
Por su color azul marino, sus amigos la llamaban Azurina. Aunque era muy joven, su cuerpo tenía un gran tamaño. Sin embargo, esto no le impedía ser una ágil nadadora. Era capaz de soportar varias horas sin respirar, por lo tanto, podía explorar las zonas más profundas del mar. De vez en cuando le gustaba subir a la superficie para llenar sus músculos de aire puro.

En fin, era igual a cualquier otra ballena, pero ella no lo sabía. Nunca había visto una. Sólo tenía la certeza que era diferente a los demás animales, incluso sus amigos. No poseía un caparazón como Osel, la tortuga marina, ni tentáculos como Zoe, el pulpo, por ejemplo. A veces se sentía sola por esto. Observaba cómo las otras especies se multiplicaban y se convertían en una comunidad. “¿Existirán otros como yo?”, se preguntaba con frecuencia. “Y si los hay, ¿cómo los encontraré?”
Un día Azurina invitó a Osel y Zoe a pasear. Quería mostrarles la belleza de los campos de coral que había descubierto el día anterior. La ballena iba adelante, avanzando rápidamente. Sus amigos, por supuesto, se quejaban más atrás. De pronto, se detuvo. Entre las protestas, pudo distinguir una hermosa melodía. ¡ Nunca había oído algo semejante! “¿Qué ocurre?”, preguntaron los atrasados sintiendo un gran alivio por la pausa. “¿No consideran que es una canción maravillosa?”, preguntó Azurina. La tortuga marina y el pulpo se miraron, perplejos. “Pero, si no se escucha nada especial…
son los ruidos de siempre”. Según la ballena, ahora se podía percibir mejor, como si la fuente del increíble sonido se hallara cada vez más cerca de ellos. Pero, sus amigos no captaban ni una sola nota.

Azurina decidió que era hora de investigar. En cambio, Osel y Zoe resolvieron que ya era la hora de dormir una siesta. “Nuestra amiga se volvió loca”, comentaban.
La ballena se alejó siguiendo la pista. Luego de nadar un buen rato vio quién cantaba tan bien…
Su sorpresa fue grande cuando se encontró frente a un animal parecido a ella. Era un ballenato que le sonrió de inmediato a Azurina. “¡Qué linda es!”, pensó. Se presentó y le dijo que venía de las frías aguas del polo. “¿Y porqué estás cantando?”.

Azurina deseaba entender lo que estaba ocurriendo. “Para guiar a todos hasta este lugar.” “¿Todos? ¿Acaso hay más?”, preguntó ella con ansiedad. El se rió de buena gana y le respondió que sí. De este modo, Azurina encontró a su pareja.

La tortuga marina y el pulpo se alegraron mucho al saber que su amiga ya no estaría sola. La felicitaron cuando ésta les contó que muy pronto iban a nacer sus hijos. “Más adelante van a tener nietos y luego bisnietos y…”, Zoe suspiró y agregó: “¿Te das cuenta Azurina? ¡Tú misma has iniciado la familia que te acompañará para siempre!”

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