martes, 23 de diciembre de 2008

Francisco de Asís, Protector de la Bandada

Fue un niño alegre y aficionado a los cantos y juegos al igual que cualquier otro niño. Nació en una pequeña cuidad llamada Asís en 1182 y allí vivió toda su infancia con sus padres. Disfruto su juventud en compañía de sus amigos y con ellos malgastaba todo el dinero que ganaba trabajando en el mismo oficio que su padre: el comercio.

Durante su adolescencia, Asís su cuidad natal se encontraba en guerra de liberación contra Alemania y por ello se vinculó al ejercito como soldado. En la batalla de Collestrada, cayó prisionero y fue mantenido como tal durante un año. Durante ente tiempo enfermó gravemente y luego de sanar regresó a Spoleto, donde decidió cambiar su forma de vida, luego de tener un sueño donde una voz le decía: “Dime a quién debes seguir. ¿Al amo o al siervo?”. Posteriormente volvió a Asís y comenzó un periodo de soledad y oración en busca del señor.

Al visitar una iglesia destruida llamada San Damián, una voz desde el crucifijo le dijo: “Francisco, reconstruye mi iglesia”. Francisco comenzó a vestir túnica como los pobres y al ver esto once más le siguieron; unos se dedicaron a cuidar leprosos, otros a jornalear pero sin recibir dinero alguno. Estos se llamaron a si mismo Franciscanos que querían servir a los pobres, los oprimidos y los incapaces.

Mientras Francisco, con sus seguidores, comenzaron a hacer este tipo de acciones, empezaron también a querer formar una comunidad y pidieron la aprobación del Papa Inocencio II quién se las concedió luego de tener un sueño en la que vio la Basílica de Letrán cayéndose y sostenida por un frailecillo parecido a Francisco.

Francisco viajó a Gubbio donde toda la gente comentaba sobre los desastres ocasionados por un lobo y le rogaban a Francisco que no se le acercara. Este no hizo caso, y se dirigió hacia el animal el cual lo atacó. En este instante, Francisco hizo la señal de la cruz deteniéndolo y haciéndolo cerrar su boca y le dijo: “Ven hermano lobo, en nombre de Cristo te prohíbo que vuelvas a hacer daño a alguien”. El lobo fue a echarse a los pies de Francisco y bajo la cabeza. Francisco le dijo: “Hermano lobo, he sabido de los atroces crímenes que has cometido en toda la comarca...por lo cual merecías justicia como el peor de los asesinos y es muy natural que los habitantes de Gubbio te aborrezcan. Quiero sin embargo, reconciliarte con ellos”.

El lobo en señal de aceptación de aquellas palabras le tendió su pata a San Francisco. Después de esto los habitantes de Gubbio se comprometieron a dar de comer al lobo si este no volviese a atacarlos, a cambio les ayudaría en lo que pudiera. Desde entonces Francisco es considerado el patrono de los animales, ya que profesaba por ellos un gran amor y protección, al igual que por las plantas y toda la naturaleza, en especial, por el hombre.

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